miércoles, 11 de noviembre de 2015

BRUJAS Y CADIZ


Aunque son dos ciudades lejanas geográficamente, han estado unidas por la historia desde los tiempos cuando las tropas españolas ocupaban Flandes.

Tras el curso del tiempo, hay una calle gaditana llamada “Flamenco”; situada donde vivía la colonia belga; caracterizada por ser grandes comerciantes, sobre todo de porcelana, maravillosos encajes y obras de arte entre otras mercancías. La cercana Calle Novena era en esos momentos donde el lenguaje menos utilizado era el castellano; dado que, nos situamos en los siglos XVII y XVIII, donde la ciudad era llamada “el Emporio del Orbe”.
 

 
 
 

Brujas es la actual capital de Flandes Occidental; la llamada Venecia del Norte. Tiene bellísimos y románticos canales, puentes y el grandioso Lago del Amor por donde navegan barcos y barcazas. Y, en Cádiz no tenemos de ellos,  pero si calles pavimentadas con bolos y adoquines. Ambas saben bien lo que es navegar y luchar contra los elementos y los enemigos.

Comencemos a desentrañar el edificio más emblemático de Brujas (Brugge, que significa ciudad de los puentes): “el beaterio”. Fundado en 1245 por la Condesa de Flandes Margarita de Constantinopel. Desde la época de las cruzadas, y demás contiendas que sufrió Bélgica, y debido a la falta de hombres para casarse; era una norma para todas las mujeres, que querían salir del yugo patriarcal y del ingreso en un convento, el  permaneciendo en su condición de laicas en unión de otras. Pero dedicándose a los rezos y la vida espiritual en uno de ellos. Podían cultivarse académicamente y al mismo tiempo dedicarse a las tareas piadosas de ayuda a los más necesitados sin tener que estar sometidas a las duras normas eclesiasticas.



 
 
 

Su historia dura 800 años. En ellos se refugian durante las numerosas guerras que azotan la ciudad las mujeres viudas y las casadas con o sin hijos; dado que sus maridos estaban en las distintas campañas militares defendiendo sus tierras. Como la ocupación española o las contiendas de la I y II Guerra Mundial. Por lo cual, se puede decir que era una unión de hermanas “sor” (en latín significa hermana).
El término sororidad es acuñado internacionalmente y significa la ayuda, y no ataque entre mujeres, sin tener en cuenta la  tendencia política, la cultura, sociedad, costumbre o estatus social al que pertenezcan.  Esto es también aplicable al beaterio que luego explicaré en Cádiz.
Fueron acusadas de la convivencia carnal entre ellas y de la autosuficiencia económica de la que disponían; puesto que, comerciaban con los productos manufacturados por ellas como son los magníficos encajes, la artesanía textil, porcelanas y productos de la huerta. Así como de las herencias que recibían




 
La función del beaterio, de ahí el nombre de beata o beguina, era el de socorrer a la población en todos los sentidos; tanto en sus hogares como dentro de las estancias habilitadas en el propio beaterio. Lo que no era contradictorio si algunas de ellas querían entrar a formar parte de una Orden Religiosa.
Las comunas o beaterios donde vivían estas mujeres que estaban formados por los distintos edificios, iglesias, talleres y jardines se comunicaban subterráneamente entre sí ante la posibilidad de un ataque. Teniendo en cuenta la orografía del subsuelo y construidos tan solo como pueden hacerlo los mejores luchadores contra el agua del mundo.



 
En 1998 se declara este beaterio como Patrimonio de la Humanidad. En el año 2013 muere Marcella Pattyn a los 92 años, nacida en el Congo belga pero permaneció gran parte de su vida en el beaterio de Mont-Saint-Amand, en Gante  a media hora de Brugge. A su muerte en la ciudad de Kortrijk el beaterio pasa a ser un convento de monjas benedictinas.
Durante el tiempo que viví en Brujas, pude percibir que cuando sobre todo paseaba por los jardines y el exterior de las casas que lo componen por que ocupa casi todo el centro histórico, una paz interior y fortaleza. Al mismo tiempo que sus casas formando los canales, sus puentes maravillosos, tiendas llenas de encajes, chocolates, cervezas de todos los sabores, su Iglesia Mayor que parecía que la acababan de pintar como si de tal cuadro saliera; y  sentarme todas las tardes junto al Lago del Amor, y ver el puente que lleva a la entrada principal del beaterio pintada en blanca y negra contrastaba con los arboles inmensos, flores, aromas y cisnes que trasmitían una sensación como si de allí no quisiera apartarme nunca.

 


 
Pero regresé como es natural a mi querido Cádiz y me encontré en los archivos con una historia casi idéntica. ¿Cómo hubiera podido imaginar que en mi ciudad la historia se repite? En este caso no nos encontramos con un único beaterio que ocupe toda la ciudad; sino, con varios independientes entre sí. Aunque aquí lo que relato es muchísimo más triste y cruel que la historia belga.

 
(Capilla oratorio del Hospital de la Misericordia)
La historia de este beaterio gaditano tiene su comienzo a raíz de que tras el asalto de 1596 (ver la entrada titulada ASALTO VIL ANGLO-HOLANDES A CADIZ EN 1596) solo contaba la ciudad con un único hospital denominado de La Misericordia. Con un total de 20 camas, de las cuales diez eran para enfermedades de calenturas, cuatro para convalecientes, cuatro para heridos y dos para mujeres, que resultaban del todo insuficientes para una población que se calcula para aquellos años en 10.000 habitantes.
En el año 1634 la llamada Madre Antonia de la Cruz, con hábito del Carmen, atendía y recogía enfermos en una casa dentro del Barrio del Populo. Ella daba ejemplo cargando haces de leña en la cabeza, cargas de agua y espuertas de hortalizas que juntaba de limosnas para sus enfermas.




 
En ese mismo año, el 28 de abril, el Capitán Diego de Aguirre miembro de la Nación Vizcaína otorga testamento en Cádiz. Y se compra la Capilla de los Vizcaínos en la iglesia en construcción de San Agustín.
Nombrando dos albaceas, Manuel de Iriberri y Antonio de la Yust, los cuales destinan limosnas para remediar la situación de las mujeres enfermas; ya que, estas morían en las casapuertas de los edificios oficiales o de las casas principales. Comprando unas casas en la calle Carnicería del Rey. Se establece un modesto hospital para ellas.

 
 
 (Ubicación actual de la iglesia y las casas compradas por los dos albaceas)
 
 
 
 
 
 
“Fray Gerónimo de la Concepción cuenta que los gaditanos secundaron con sus limosnas la iniciativa de los vascos y después de realizar las obras necesarias en el año 1657, siendo Obispo Don Fernando de Quesada, se bendice y dedica la Iglesia y Hospital con el titulo y advocación de Nuestra Señora del Carmen, colocando en ella una imagen devotissima de esta Señora con asistencia y concurso de toda la ciudad”.
La Madre Antonia se preocupa también de proporcionar a sus enfermas una asistencia religiosa permanente y propia, fundando una capellanía para el administrador eclesiástico. Aunque apartada de sus obligaciones, siguió junto a sus enfermas y hermanas camelistas hasta su fallecimiento. Las compañeras de la Madre Antonia continuaron con su labor agrupadas en un beaterio.
Los prelados gaditanos consideraron esta casa como objeto de su atención y cuidado pastoral y nombraban a un eclesiástico como administrador y capellán, depositando en él la dirección inmediata tanto material como espiritual del mismo y de las beatas consagradas al cuidado de los enfermos.
Pasaron los años y el Hospitalito de la calle Columela, esquina a la de Feduchy se hizo insuficiente para la cantidad de pobres enfermas que tenía que atender en el Cádiz de la segunda década del siglo XVIII, donde la población gaditana alcanzó la cifra de 70.000 habitantes.
 

 
 (Hospital de Mujeres Nuestra Señora del Carmen)
Es Don Lorenzo de Armengual de la Mota Obispo de Cádiz, que unos dicen ser malagueño y otro aragonés, quien costea la construcción de la Parroquia Auxiliar de San Lorenzo dotándola suficientemente. Antes de morir buscó un solar para la construcción del Nuevo Hospital. Siendo su familia, el pueblo de Cádiz, y nuevo Cabildo Catedralicio quienes finalizan la construcción al fin de un digno y espacioso lugar de sanación para las gaditanas.



(Iglesia del nuevo Hospital de Mujeres, hoy en día Obispado de Cádiz)

 
Es de suponer que las beatas son enterradas en el lugar donde viven; y por ello, estas Santas Mujeres deben de reposar eternamente juntas. Al parecer en un aljibe o doble aljibe superpuesto en la misma finca donde trabajaban en vida.
Puede ser que el túnel que parte de Las Puertas de Tierra y llega hasta el Convento de San Francisco, cosa que afirma Don Francisco Ponces Cordones, siguiera la ruta donde estaban ubicadas las casas dirigidas por la bien llamada Madre Antonia de la Cruz. Y, al igual que ocurre en Brujas, comunicadas gracias al túnel.


(El mayor conocedor del subsuelo de Cádiz, Don Francisco Ponce Cordones)

 
Estas son dos historias protagonizadas por mujeres luchadoras, comprometidas con los que sufren; dando su vida por ellas. Trabajando sin descanso para que todas tuvieran derecho a vivir dignamente y humanamente en el momento  histórico que les tocó vivir. Tanto en Brujas como en Cádiz, aunque en esta última ciudad la situación de ellas era de total denigración y desamparo, hasta el punto de morir en la via publica; si no llega a ser por una mujer, casi desconocida por todos los gaditanos y gaditanas, a la cual se debería rendir los honores tanto cívicos como religiosos. La llamada Madre Antonia de la Cruz.
Aunque los dos beaterios tienen una misma finalidad, solo acabaré diciendo que la muerte de las dos abanderadas son muy distintas. La primera acaba sus días sin tanto trabajo y pudiéndose dedicar a tocar instrumentos musicales como la mandolina.  Mientras que la de mi queridísima ciudad muere como decimos en Cádiz al pie del cañón.
Juzguen las diferencias entre el norte y el sur…